El desarrollo del medio rural es una cuestión que tiene, esencialmente, una dimensión política y ética. En este proceso, las personas son quienes hacen las cosas y, por tanto, son las protagonistas. Y para que estas personas trabajen en un entorno de máxima confianza y colaboración, es imprescindible que lo hagan en un contexto donde prevalezcan los valores de la integridad, la honestidad, la verdad, la lealtad y el servicio a los demás.

No hay desarrollo del medio rural si no hay un proyecto colectivo que se sustente sobre estos valores, que tienen carácter universal. El reto es saber cómo aplicar estos valores éticos en un contexto de cambio rápido, de creciente globalización y de incertidumbre. Lo que cambia no es la naturaleza del trabajo de desarrollo del medio rural, sino los aspectos instrumentales de este trabajo y un nuevo conjunto de conocimientos y capacidades que hay que desarrollar.

La formación ha sido y es la base del desarrollo de nuestro medio rural. Una formación técnica, formal y no formal, que conjugue el conocimiento de nuestras tradiciones, de nuestro medio y sus valores permanente y donde la tecnología y el aprendizaje digital convivan con el aprendizaje presencial, para hacer de nuestro medio rural un lugar lleno de vida, donde se vive mejor.